Recuerdo con nostalgia mi primer viaje, mi primera borrachera, mi primera hembrita, mi primer sueldo, mi primer despido y mi segunda renuncia. Como estoy, sólo queda recordar las buenas épocas, mientras ustedes creen que acompañándome unos minutos desde lejos contribuyen en algo. No. Amigos, las palabras de aliento no bastan. Las poses de buena gente y los lloriqueos fingidos no cuentan. Nadie podría, por más que quisiera, hacerme las tabas en esto. 

Recuerdo con nostalgia mi primer viaje, mi primera borrachera, mi primera hembrita, mi primer sueldo, mi primer despido y mi segunda renuncia. Como estoy, sólo queda recordar las buenas épocas, mientras ustedes creen que acompañándome unos minutos desde lejos contribuyen en algo. No. Amigos, las palabras de aliento no bastan. Las poses de buena gente y los lloriqueos fingidos no cuentan. Nadie podría, por más que quisiera, hacerme las tabas en esto. 

Sabrán disculpar mi silencio. El que no pueda agradecerles nada de lo que (recién ahora) hacen por mí. Que ya no interese lo mucho y muy bien que opinen de este pechito. Este lugar al que ahora pertenezco, no me permite decirle nada. No me deja y sospecho que no me dejará en adelante. Ya ni modo.

He tenido que dejar mi confortable cama king size. Mi computadora personal con miles de fotos de calatas. Mis polos chimbombos recién comprados de oferta en Ripley. A mi novia. Mis ahorros y a mi fiel perrito Balto. Mi preciada colección de Play Boy. Ya no podré disfrutarlos más. Quisiera en este instante – creo que con todo derecho – ponerme a llorar, gritar, rezar, maldecir, quejarme de lo pésimo que se siente;  pero ya ni eso puedo. A la mierda todo, claro.

De qué valió tanto esfuerzo. Tanta lucha. Tanto sacrificio. Tanto estudiar. La vida siempre terminará siendo irremediablemente corta para hacer todo lo que uno quiere. Sin ganas ni fuerzas me reclamo severamente por no escribir ese libro. Por no lanzarme en parapente. Por no abrazarte fuerte mientras pude. Por no dejarme el pelo largo y olvidarme de ese tatuaje en el brazo. Por no esforzarme en escribir mejor. Por no poder quitarme ese natural desprecio por la vida. A decir verdad, por no encontrar respuestas a las miles de preguntas y más preguntas, que nadie podrá resolver llegado el momento.  

No existe hasta hoy, nada que pueda remediarlo cuando sientes que lo has perdido todo. Que nada tiene sentido. Cuando todos los que dijeron algún día admirarte, hoy sólo te tienen pena. Cuando te das cuenta que tus amigos y familiares solo aparecen cuando te ven realmente jodido. Cuando todos los que uno vez te abandonaron aparecen en fila india y con cara de yo no fui, sin que nadie los llame.

Antes de terminar quiero agradecer a mis amigos por sus consejos machistas, por las miles de noches de alcohol. Gracias, también por los préstamos que nunca devolví, ojo: porque nunca me los cobraron. Gracias Mamá por tanta paciencia y tanto amor; y tanto de todo. Gracias hermana por intentar hacerme sonreir siempre, aún sabiendo que no lo conseguirías. Gracias Balto por enseñarme, sin querer, lo que es la verdadera libertad. Gracias a ti también, por soportarme tanto y por querer mucho a este caso perdido. Gracias a todos por tantos momentos inolvidables. Debería mencionar a muchos más pero la lista es larga y el espacio demasiado poco. Como todo.

He escrito esto para que se enteren que no estoy sumergido en el fracaso. Ni sumido en la desesperanza. Tampoco en la terrible depresión. Daría absolutamente todo por volver a ser el de antes, pero no se puede, no se debe. Les escribo desde mi soledad. La absorta y temible soledad a la cual, más temprano que tarde debo acostumbrarme. La que sentirás algún día también. Tuve que dejar todo y a todos. Perdónenme la ausencia  y es que desde un ataúd mucho no se puede hacer. Amigos, sabrán disculpar ustedes el porqué de mi silencio. 

Administrador de contenidos de Grupo Periodismo en Línea

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