Esta mujer no siente dolor por una mutación genética
Esta mujer no siente dolor por una mutación genética

Jo Cameron, de 71 años, vivía una vida tranquila sin molestias físicas y nada de ansiedad, todo iba normal hasta que salió embarazada y debía dar a luz.

Lo presión de la familia y las amistades para que aguante el dolor de un parto natural fue la alarma que despertó su interés de saber si realmente sentía o no dolor físico en el cuerpo.

Cuando estaba en el quirófano se sintió tranquila, luego llegó el momento de la «dolorosa» aguja epidural hasta que finalmente ella no sintió casi nada.

«Sentía que mi cuerpo cambiaba, pero no me dolía», recordó la mujer, Jo Cameron, que ahora tiene 71 años. Dijo que era como «un cosquilleo». Después les diría a mujeres embarazadas: «No te preocupes, no es tan malo como dicen».

No fue sino hasta hace poco —más de cuatro décadas después— que supo que sus amigas no exageraban. Más bien, había algo diferente en la manera en que su cuerpo experimentaba el dolor: en realidad no lo sentía.

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La explicación

Algunos científicos creen por fin entender por qué es así. En un artículo publicado el 28 de marzo en la revista The British Journal of Anaesthesia, los investigadores atribuyeron la falta de dolor físico en la vida de Cameron a una mutación de un gen que no se había identificado antes.

Dicen que esperan que el descubrimiento pueda contribuir en algún momento al desarrollo de un nuevo tratamiento para el dolor. Creen que esta mutación también podría estar relacionada con la razón por la que Cameron ha sentido poca ansiedad o miedo a lo largo de su vida y por qué su cuerpo sana con rapidez.

«Nunca hemos conocido a un paciente como ella», dijo John Wood, jefe del Grupo de Nocicepción Molecular de University College de Londres.

Desde hace casi cien años, los científicos han documentando estudios de caso de individuos que sienten muy poco o nada de dolor. Pero la mutación genética que parece ser la responsable de que Cameron prácticamente nunca haya sentido dolor no había sido identificada con anterioridad.

El estudio surgió en medio de novedades importantes en el agudo debate sobre cómo tratar el dolor de manera responsable. El jueves, el estado de Nueva York presentó una de las demandas más contundentes hasta la fecha en contra de la familia Sackler, dueña de Purdue Pharma, el fabricante del opioide OxyContin.

Fue un recordatorio más de que necesitamos alternativas menos adictivas para lidiar con el dolor crónico, dijo Stephen G. Waxman, neurólogo en Yale y autor de Chasing Men on Fire: The Story of the Search for a Pain Gene.

Waxman no participó en el artículo reciente, pero también estudia a personas con mutaciones raras que alteran el modo de sentir el dolor.

«Cada una de estas mutaciones nos enseña algo y nos señala un gen en particular como un posible objetivo para medicamentos nuevos y más eficaces contra el dolor», sostuvo.

La secuencia de eventos que llevaron a científicos a investigar los genes de Cameron comenzó hace unos cinco años. Ella vivía una vida feliz y ordinaria a orillas del lago Ness, en Escocia, con su marido, explicó. Después de una intervención quirúrgica en la mano, un doctor parecía estar perplejo de que no sintiera dolor ni quisiera analgésicos.

Administrador de contenidos de Grupo Periodismo en Línea

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