En la Oficina de Requisitorias de la Policía Nacional, donde fue trasladado, Medelius guardó silencio y prefirió no adelantar nada a los policías y sólo se limitó a dar sus generales de ley.
Dos vehículos del Escuadrón de Emergencia con personal fuertemente armado se encargaron de resguardar la camioneta que lo trasladaba del aeropuerto a la sede policial en La Victoria. El notario llevaba puesto un chaleco antibalas.
Óscar Medelius lucía bajo de peso y desmejorado. Una chompa trataba de ocultar los grilletes que aseguraban sus muñecas. No respondió a las preguntas de los periodistas que lo aguardaban, pero llamó la atención la extraña sonrisa que no dejó de esbozar frente a los flashes y las cámaras de televisión.