ipacolumna

No voy a decir su nombre, pero si alguien que lo conoce lee este texto sabrá de quién hablo. Era mi tío, es cierto. Un tío por parte de padre. Un tío casi lejano pero, a la vez, tan cercano a mi infancia. Un tío que cocinaba en mi casa. Barría. Lavaba. Me cuidaba. Un señor brilloso y trinchudo.

No voy a decir su nombre, pero si alguien que lo conoce lee este texto sabrá de quién hablo. Era mi tío, es cierto. Un tío por parte de padre. Un tío casi lejano pero, a la vez, tan cercano a mi infancia. Un tío que cocinaba en mi casa. Barría. Lavaba. Me cuidaba. Un señor brilloso y trinchudo.

Luis Iparraguirre
www.cronicasdepollada.com

Un tipo que prefería peinarse frente al espejo del baño porque en la sala se avergonzaba. El joven que se acostaba con una vecina. El joven quien me enseñó a bailar un trompo. Quien me dijo, por primera vez, ‘mira esa tía que se va por allá’. Un tío que preparaba el estofado de pollo más horrible de toda la historia culinaria peruana. Un tío que me dijo: “La ‘U’ es el mejor equipo del Perú”. Con quien escuchaba a Magneto. Con quien aprendí que la música romántica es la que más cercana está del alma. El que alguna vez lloró al frente de mi estupor. Un tipo incomprendido. Rechazado por su eterna bohemia. Por su particular forma de ver la vida.

En esta Navidad, y de forma muy particular, quiero recordar a un tipo que, a solas, vivía de una manera única. Un tipo que tenía múltiples personalidades. Y es por esto que, casi siempre, me comporto como soy. Sin limitaciones. Sin guardarme una lisura o una pose que esté fuera de la cordialidad y las buenas costumbres. Fácil esa es la receta que tengo frente a la vida: ser como quieres ser. Y lo digo ahora que recuerdo al ‘tío Lucas’. Una persona que lloraba con cada canción dolida de Raphael. Un tipo que interpretaba, con mímicas y risas y poses increíblemente actorales, cada canción de Luis Miguel o José José.

Ahora, que hago memoria, recuerdo la primera vez que lo vi sin que él se de cuenta: llegaba de una reunión con mis papás. Me adelanté, como todo niño presuroso por vivir de una vez lo que iba a pasar. Y, desde la ventana, vi a mi tío Lucas (quien se había quedado cuidando la casa), interpretar, al borde de la lágrima y con mímicas increíbles como si estuviese en un concierto frente a mil personas, una canción de José Luis Rodríguez ‘El Puma’. ¡Mierda! ¡Si lo hubiesen visto! Lo primero que hice fue reírme con una burla diabólica propia de un niño cruel. Tenía muchas ganas de señalarlo. De etiquetarlo. De burlarme como cuando él lo hacía conmigo cada vez que mi Alianza perdía un clásico. Pero, luego de reírme con una maldad inusitada, me quedé contemplando su actuación. Lo que vi, desde la ventana de mi casa,  fue la primera escena de teatro que haya visto en toda mi vida. Fue, sencillamente, inolvidable: su entrega. Sus poses. Sus gestos de dolor. De felicidad en cada exclamación.

Y ese fue uno de mis primeros actos de voyerismo: mirarlo a él y a sus dolidas interpretaciones de baladas en español (ya luego contaré mis otros actos de fisgón). ¿Por qué me acuerdo de Lucas? Bueno, porque se me antojó comprarme unas chelas y escuchar a Sabina y Paez y Calamaro y Queen y Led Zeppelin y Aerosmith e interpretar, con un sentido acto teatral, cada tema que suena en mi modesta PC. Cada exclamación maricona de Freddy Mercury o cada llanto de Páez.

¡Feliz Navidad a todos! Sonrían. Beban. Coman. Abracen. Amen. Sientan que cada momento que vivan en estas fiestas sean únicos y placenteros. Y feliz Navidad tío Lucas, donde quieras que estés cantando un tema dolido de Pimpinela.

http://www.youtube.com/watch?v=010P-GGpbDc

Administrador de contenidos de Grupo Periodismo en Línea

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.