La primera vez que me dijeron: ¿Deli quieres vivir conmigo?, dije “SI” casi sin pensarlo, fue una respuesta instantánea, natural, esa pregunta conjugó todo lo que había esperado de mi ahora ex – novio, llevábamos 2 años de relación –la más larga relación que tuve hasta ese momento- creíamos estar profundamente enamorados, teníamos el camino libre para realizarnos, ni su familia, ni la mía podían oponerse, contábamos con independencia económica, motivo suficiente para que nadie prohibiera lo que habíamos decidido, éramos dos nobeles, inexpertos y estúpidos jóvenes de 23 y 21 años, que creíamos que se podía vivir del amor, pensábamos que la vida no podía complicarse tanto para dos enamorados con ganas de salir adelante, no escuchamos consejos, no reflexionamos en la experiencia ajena, decidimos hacer caso omiso a todo lo que decían nuestros padres, amigos, conocidos y hasta nos negábamos a reconocer lo que veíamos en televisión a diario, ya sea una novela, una película, un sketch cómico, una noticia, ni siquiera el programa de Laura Bozzo con sus “casos (teatrales) de convivencia llevada al extremo” podían cambiarnos de idea, habíamos decidido vivir juntos y no había poder humano que nos hiciera retroceder.

La primera vez que me dijeron: ¿Deli quieres vivir conmigo?, dije “SI” casi sin pensarlo, fue una respuesta instantánea, natural, esa pregunta conjugó todo lo que había esperado de mi ahora ex – novio, llevábamos 2 años de relación –la más larga relación que tuve hasta ese momento- creíamos estar profundamente enamorados, teníamos el camino libre para realizarnos, ni su familia, ni la mía podían oponerse, contábamos con independencia económica, motivo suficiente para que nadie prohibiera lo que habíamos decidido, éramos dos nobeles, inexpertos y estúpidos jóvenes de 23 y 21 años, que creíamos que se podía vivir del amor, pensábamos que la vida no podía complicarse tanto para dos enamorados con ganas de salir adelante, no escuchamos consejos, no reflexionamos en la experiencia ajena, decidimos hacer caso omiso a todo lo que decían nuestros padres, amigos, conocidos y hasta nos negábamos a reconocer lo que veíamos en televisión a diario, ya sea una novela, una película, un sketch cómico, una noticia, ni siquiera el programa de Laura Bozzo con sus “casos (teatrales) de convivencia llevada al extremo” podían cambiarnos de idea, habíamos decidido vivir juntos y no había poder humano que nos hiciera retroceder.

La ilusión rondaba nuestras mentes, la emoción nos estremecía el corazón, el cariño lo cargábamos en el bolsillo y el gran amor que nos profesábamos a vista y paciencia de todos “supuestamente” estaba de nuestro lado, pero, mi inexperiencia amorosa, la inseguridad de su parte, los pocos recursos económicos en un inicio, mi carácter irascible, su carácter iracundo, mi espíritu rebelde, libre y desordenado, su pasividad, orden y extremo control sobre las cosas, mis proyecciones a futuro –desarrollarme, estudiar y trabajar-, sus proyecciones a futuro –trabajar y trabajar para mantenerme y ser la “reina de la casa y futura madre de sus hijos”- acabaron por destruir aquellos ”ya lejanos” buenos sentimientos con buenas intensiones, sumiéndonos en una serie de discusiones que no tenían cuando acabar, terminamos sacando a relucir nuestros malos hábitos, desde la ropa sucia hasta los olores más extraños, los errores más insignificantes eran motivo suficiente para iniciar la tercera guerra mundial en el “nidito de amor” (Sólo la guerra de los Roses podría compararse a esos momentos), nos ridiculizábamos mutuamente frente a los amigos, él burlándose y diciendo que mis ideales eran “superlativos” y yo diciendo que sus ideales eran propios de un “camionero jubilado”, para colmo toda esa situación había disminuido a “0” la cantidad de veces que hacíamos el amor, si ya no soportaba ni mirarlo, mucho menos podía soportar que me tocara…

Habíamos trastocado el límite, nos convertimos en enemigos íntimos dentro y fuera de casa, estábamos disconformes, inestables e infelices, él había soñado con una mujer hogareña, pasiva y complaciente, creyó que conseguiría cambiarme dándome de todo, ofreciéndome una vida fácil y demasiado tranquila y yo había soñado con un hombre profesional que me marcara el paso, que pensara y se proyectara en grande, que despertara mi pasión de solo admirarlo, pero sobretodo, había soñado con el hombre que me dejara ser el espíritu libre que siempre había sido y que por sobre todo respetara mi espacio, mi independencia y mi criterio. Ninguno de los dos pensó en las abismales diferencias que nos separaban, veníamos de mundos distintos, él era un luchador innato, alguien que surgió desde abajo, que buscaba estabilidad, pero que no se proyectaba a futuro por temor y yo alguien que siempre tuvo mucha suerte, que siempre tuvo todo lo materialmente posible y que vivía de sus sueños, ideales y proyecciones a futuro; nuestra esencia era diametralmente opuesta y para colmo éramos inmaduros, tercos y bastante ilusos, ambos creímos que el amor lo podía arreglar todo, pero no tuvimos en cuenta que nuestras personalidades y objetivos distaban mucho entre sí, que si bien los opuestos suelen atraerse no necesariamente llegan a buen término si es que no hay de por medio “muletillas para sostener el amor”.

Tomar la decisión de convivir ya sea con fines matrimoniales y/o fines “experimentales”, conlleva de por sí una gran responsabilidad en la pareja y para ello hace falta que ambos sean lo suficientemente maduros, responsables y sobretodo conscientes de que a pesar de estar juntos, ninguno de los dos debe tratar de imponer ya sea consciente o inconscientemente el estilo de vida del otro, todos somos diferentes y esa es la riqueza de la relación, se debe respetar la autonomía, la libertad de pensamiento y decisión, los gustos, las preferencias, el espacio propio que necesita toda persona, COMPRENSION Y TOLERANCIA, son las claves para llevar una convivencia armoniosa, las variables que debemos procesar y asumir antes de tomar este tipo de decisión, porque convivir nos enfrenta a la rutina, a las manías, a los malos y buenos hábitos, que pueden ser buenos para uno pero no para el otro, a los contaminantes del amor como el egoísmo, los celos, el malhumor, la desconfianza, la critica entre otros… pero por sobre todas las cosas seamos responsables con la elección de pareja y de la decisión de continuar en ella o no, no dejemos que una relación nos lastime, disminuya nuestro autoestima, reduzca nuestro mundo y las posibilidades de ser y relacionarnos, una relación de este tipo no sirve y no servirá jamás, por más que se prometa cambios a futuro es mejor dar por terminada la relación; que la dependencia, la costumbre y las apariencias no se conviertan en excusas para no terminar la relación, ni mucho menos para no volver a empezar.

{xtypo_quote}Conseguir una pareja es complicado, mantenerla es costoso, convivir es lo más difícil, pero no por ello deja de ser una aventura excitante, sobre todo si compartes esa aventura con quien consideres que es "el amor de tu vida" y ¿cómo saber quién es el amor de tu vida?{/xtypo_quote}

Eso depende única y exclusivamente de la elección que haya hecho tu corazón y tu mente, de tu conexión con esa persona, del torrente emocional que te genere, sin dejar de lado la objetividad en la relación, la madurez y responsabilidad sobre los sentimientos de cada uno y hasta cierto punto controlando la exaltación de los sentidos, que suelen descontrolarse cuando estamos entusiasmados con "ese alguien" que nos hace sentir maripositas en el estómago y suele hacernos felices con nimiedades y su sola presencia.

Por: Delia Velásquez

Administrador de contenidos de Grupo Periodismo en Línea

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