Esta vez debí llenarme de coraje para empezar a escribir. Es que – en los últimos días – muchos sucesos nefastos me han ocurrido de golpe. Despedí para siempre a mi abuelo, a la mujer de quien me enamoré, y a uno de mis más soñados proyectos. Todo, claro está, en contra de mi voluntad. Es muy seguro que si, en este momento de euforia patriótica,  se me ocurriera invertir dinero en un circo;  la mujer barbuda se vuelve imagen de Schick doble hoja y  los enanos empezarían a  crecer sin haber tomado tres vasos de leche al día.

 

 

Esta vez debí llenarme de coraje para empezar a escribir. Es que – en los últimos días – muchos sucesos nefastos me han ocurrido de golpe. Despedí para siempre a mi abuelo, a la mujer de quien me enamoré, y a uno de mis más soñados proyectos. Todo, claro está, en contra de mi voluntad. Es muy seguro que si, en este momento de euforia patriótica,  se me ocurriera invertir dinero en un circo;  la mujer barbuda se vuelve imagen de Schick doble hoja y  los enanos empezarían a  crecer sin haber tomado tres vasos de leche al día.

 

 

Para ser sinceros,  en la familia estábamos poco resignados a perder al abuelo. Estaba enfermo y digamos que había cumplido con éxito su ciclo de vida, ese ciclo que muchos quisieran llegar a cumplir como él.   Lo del proyecto, era un sueño que estuvo a punto de ser real, pero donde manda capitán… no gobierna periodista. A llorar a otra parte, chochera. Al fin y al cabo más proyectos vendrán.

 

Lo que si no me deja en paz es resignarme a olvidarla. Desde que nos dijimos adiós para siempre, no de muy buena manera, estoy extrañamente ahuevado. Últimamente escojo  quedarme siempre recontra solo. Hay mañanas en que decido ponerme guapo sin saber ni siquiera porqué, ni para quién. Me llegan altamente las invitaciones de mis amigos para salir en plan de “cacería”. En la tonta ilusión de querer creer que aún me ama, le sigo siendo fiel y prefiero seguir soñando que todo estará bien cuando decida regresar. 

 

De pronto debería salir a la calle con un polo que diga: necesito compañía. Poner un anuncio en los clasificados del Comercio. Regresar de inmediato al psicoterapeuta. Buscarme una novia más linda e inteligente que ella. Asistir a las interminables parrandas de mis amigotes. Responder a las calentonas propuestas de chicas positivas. O, todas las anteriores. Si, tienen razón, estoy cruzado… a la vejez, viruelas.

Si de casualidad la susodicha cae por este rincón de la red, he querido dejarle un cariñoso mensajito. Que sepa que la extraño. Que aún la quiero. Que sepa que no volveré a bajarle el cielo y las estrellas. Que no entiendo que mierda espera  para darse cuenta que retaría a la muerte por ella. Que no volveré a llamarla. Que me harté de sus mentiras. De sus frías respuestas por mensaje de texto. De sus colgadas de teléfono. Que estoy cansado de vivir pensándola. De vivir cantándole – sin que sepa – ridículas canciones de Andrés Calamaro y otras, de un desconocido grupo chichero. ( http://www.youtube.com/watch?v=En2FtTXPerk )

 

Pero sumido en esa voluntaria soledad recuerdo que hay muchísimo que hubiera escogido no tener que ver, decir, ni escuchar jamás. Ella y yo lo sabemos. Lo nuestro fue una relación que terminó, cuando todavía no empezaba. Que desapareció cuando empezaba a existir. Fue como un poema no terminado. Como la canción nunca cantada. El tono de fin de año, suspendido por falta de garantías. El vuelo cancelado por mal tiempo. 

 

Admitámoslo: estoy vuelto mierda. Pero con muchas ganas de terminar el capítulo de esta pesada enciclopedia. No quiero un nuevo amor. Ni nadie con quien compartir el resto de mi aburrida vida. Solo quiero alguien con quien contar en algunos momentos. Una buena amiga que – al pasar de los días – no me pregunté si la amo. Que no me llame para chequearme. Que no se compute ni mi vieja, ni mi hembrita. Necesito alguien con quien salir a pasear, bailar, caminar. Alguien a quien poder llamar por la madrugada, cuando sienta que la noche nunca terminará.  Una amiga que quiera aconsejarme. Que no tomé mas cerveza que yo. Que soporte mis bromas de mal gusto. Que no ronque, por si acaso. Que no se enamore de mis regordetes cachetes. Que no se espante por mis ajos y cebollas al hablar. Que escuché a los Gun´s and Roses con el mismo entusiasmo que a Tongo. Que, en lo posible, no sea coqueta, ni tampoco lorna… Aunque suene a reclamo desesperado, señores, eso es lo que necesito con urgencia. También un auto y un mejor sueldo, pero con una buena amiga me conformo, por el momento. Alguien dijo, yo?

Administrador de contenidos de Grupo Periodismo en Línea

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.