Antauro

AntauroSin duda que el hoy detenido lider del etnocacerismo Antauro Humala no tiene sangre en la cara y es que apenas 10 minutos después de iniciada la audiencia judicial por el caso del “Andahuaylazo”, echó ayer mano de la mochila con la que se acompaña en cada jornada, la ablandó con sus puños y la colocó al extremo de la banca donde suele sentarse, como si se tratara de una almohada, y se recostó suavemente ante la mirada atónita de los jueces de la Sala en el penal Castro Castro.

AntauroSin duda que el hoy detenido lider del etnocacerismo Antauro Humala no tiene sangre en la cara y es que apenas 10 minutos después de iniciada la audiencia judicial por el caso del “Andahuaylazo”, echó ayer mano de la mochila con la que se acompaña en cada jornada, la ablandó con sus puños y la colocó al extremo de la banca donde suele sentarse, como si se tratara de una almohada, y se recostó suavemente ante la mirada atónita de los jueces de la Sala en el penal Castro Castro.

“¡Señor (Antauro) Humala siéntese correctamente!”, le ordenó el vocal superior, Sergio Venero, ante la indiferencia del procesado, quien no hizo caso del pedido del director de debates.

Pese a esta negativa, los vocales resolvieron continuar la diligencia con la lectura de actas que contienen un resumen de la declaraciones que Humala ofreció ante la Sala durante la audiencia anterior.

Concluida la lectura, que duró 40 minutos, un soñoliento Humala, aún en posición horizontal, fue despertado por el vocal Venero, quien le ordenó que se ponga de pie.

“Señor Humala, su actitud es indecorosa”, le increpó ante un desafiante Humala, quien se negaba a cumplir con la orden.
Finalmente, ante el anuncio que dicho comportamiento iba a ser notificado al Inpe para que tome las medidas correspondientes, el procesado aceptó cumplir con la orden no sin antes advertir que se sentía mal de salud.

¿Querían envenenarlo?

Repuesto, Humala denunció que durante su traslado, la madrugada de ayer, desde el penal Piedras Gordas, en Ancón, hasta el centro penitenciario Castro Castro, en Lurigancho, donde se celebra la audiencia, lo quisieron envenenar. (Fotografia Correo)

 

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