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Escena 1: Erika y Enrique

Erika siente un cosquilleo en la oreja izquierda. Se acaricia la piel con delicadeza y cree que ese comezón es una señal divina que previene a una buena velada. Llega puntual y ve que Enrique, tan serio él, ya está presente. Sonríe con demasiada efusividad y él solo levanta las cejas. Enrique cree que ella solo está con él por su empleo y por su dinero. Siempre tarde, le dice él. Siempre temprano, le contesta ella. Después de hacer una mueca de molestia, llama con un solo tronar de dedos a la mesera. A Erika le incomoda la pedantería de Enrique y solo continúa con él por el miedo a quedarse sola.


Por Luis Iparraguirre
www.cronicasdepollada.com


Escena 1: Erika y Enrique

Erika siente un cosquilleo en la oreja izquierda. Se acaricia la piel con delicadeza y cree que ese comezón es una señal divina que previene a una buena velada. Llega puntual y ve que Enrique, tan serio él, ya está presente. Sonríe con demasiada efusividad y él solo levanta las cejas. Enrique cree que ella solo está con él por su empleo y por su dinero. Siempre tarde, le dice él. Siempre temprano, le contesta ella. Después de hacer una mueca de molestia, llama con un solo tronar de dedos a la mesera. A Erika le incomoda la pedantería de Enrique y solo continúa con él por el miedo a quedarse sola.


Por Luis Iparraguirre
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Ni bien llegó la muchacha para recepcionar el pedido, Erika se quedó prendida en la tristeza que irradiaban los grandes ojos verdes de la mesera. ¿Qué significa CL?, le preguntó al leer su tarjeta de identificación. La mesera la mira y le dice: Claudia. Enrique piensa, por un breve momento, que Erika es un poco gay. Mientras prende su primer cigarrillo, le mira el trasero a la mesera sin el menor descaro y le pide un asado de tira en término medio. Erika, recompuesta, revisa rápidamente la carta y pide unos anticuchos. Enrique la mira con asco y se lamenta de no estar con una mujer que sepa apreciar las carnes como sí lo hace él. Claudia, la mesera, les pregunta qué quieren tomar y ambos miraron a Erika. Ella recordó que no debe pedir vino dulce ya que la última vez que lo hizo Enrique casi la mata.

Luego de comer con dificultad y placer toda la grasa del asado de tira y beber solo casi media botella de vino, piensa que debe llamar a las prostitutas que contrató para la despedida de soltero de su jefe. Cada una cobró doscientos dólares salvo la chica que sale en un programa de televisión que cobró trescientos. Enrique supone que esa noche la pasará muy bien. Erika mira sus uñas y ya no recuerda cómo se sentía amar. Ya no recuerda esos excesos del amor. Mira hacia su derecha y observa a Claudia, la mesera y cree que tan igual como ella, su rostro, seguramente, también reflejaría una inmensa desazón. Una desesperanza. Y siente sobre sí la necesidad de cambiar. Cree que necesita compañía. Que necesita un hombro. Un hombre. Siente que necesita sexo. El vino, piensa y se calma. Pero la intención de amar brotaba por sus poros. Erika siente un cosquilleo en la oreja izquierda. Se acaricia la piel con delicadeza y cree que ese comezón es una señal divina que previene a una buena velada.

La cuenta en El Rincón Gaucho fue de ciento noventa y tres soles, más IGV.


Escena 2: Matías y Paloma.

Matías percibe el olor de los sanguches desde lejos y siente un pequeño dolor en el estómago producto del hambre. Paloma pide un pisco sour extragrande. Él pide una copa de pisco puro. La mesera se les acerca con los pedidos y roza la mano de Paloma, mientras ella, coqueta, le mira los labios. La mujer que los atiende tiene el cabello largo y negro. Muy lacio. Nariz respingada y ojos pequeños. Su mirada era solitaria y melancólica. ¿Qué significa G?, le preguntó Paloma. Grace, le dijo ella y se fue.

Luego de comer, Matías le dijo:

– ¿Cómo te ha ido hoy?, te noto relajada.
– Son los años.
– Benditos años.
– Es como el buen vino. Lo malo son las tetas que se te caen.
– Y bueno, nada es para siempre.
– Solo nuestro amor.
– Ya, deja de hablar huevadas.
– Imbécil.
– Te amo, amorcito.
– ¿Y cómo te ha ido a ti? ¿Qué le dijiste a tu jefe sobre el aumento?

– Soy un hombre de palabas claras, y se lo dije a mi jefe. Pero cuando hablo digo las cosas como son.

– No te creo nada.
– Y le dije, además, que aquí, en este empresa, yo he puesto el hombro mil veces. Ya es hora que la empresa me ponga el hombro a mí.

Tomó un sorbo largo de pisco y continuó:

– Y sabes qué me dijo: “Matías, nuestro compromiso es con los trabajadores leales y eficientes como tú”, cuando me dijo eso pensé “ya te cagaste, broder”, entonces, don Rigoberto, le dije, creo que es necesario y justo, un aumento de sueldo. No pido mucho solo quinientos solcitos más.
– No te creo nada. Eres un exagerado.
– El viejo me miró y me dijo:

Tomó el último sorbo de pisco, como queriendo hacerse el interesante, y añadió con el pecho Hinchado:

– Matías, no te aumentaré quinientos soles. Desde mañana te harás cargo del almacén donde llegan las importaciones. Mil soles más estarán en tu cuenta a partir de este mes.
– Noooooo.
– Siiiiiiii.
– ¿De verdad?
– Deveritas, deveritas.

Paloma gritó y abrazó a su novio. Ella sabía que él la amaba. Se sentía feliz. Al sentarse se golpeó el brazo con la mesa y Matías le dijo:

– ¿Estás bien?
– Sí, mi amor.
– Te golpeaste con esta bisectriz.
– ¿Con qué?
– Con la bisectriz.

Mientras Matías le acariciaba con delicadeza la zona golpeada, ella lo miró con deseo. Tomó su último trago de pisco sour y le dijo:

– Me excita esa palabra.
– ¿Cuál?
– Bisectriz.
– ¿Tanto así?
– Creo que tengo elevada la líbido.

Matías la miró directo a sus ojos azules y muy excitado le dijo lentamente:

– Bisectriz.

Ambos se amaron con los ojos y en silencio, por varios segundos. Ella miró hacia el baño de mujeres y luego lo miró a él. Se levantaron de sus asientos y uno de tras de otro ingresaron al baño. Luego de hacer el amor, se fueron con los rostros felices. Sin embargo, a dos cuadras de distancia Paloma le dijo a Matías que se había olvidado de algo y retornó corriendo hacia el bar. Al ver a la mesera sola y triste en un rincón, se le acercó dulcísima y le besó en los labios. Grace solo pudo esbozar un leve gemido.

La cuenta en el bar El Directorio fue de treinta y tres soles incluido propina.

Escena 3: descenlace.


En la despedida de soltero de su jefe, Enrique consume cocaína en el baño luego de acostarse con todas las prostitutas. Después de inhalar su décimo sexta línea, cae pesadamente en el piso y empieza a convulsionar. La cocaína era comprada por un taxista quien, a su vez, se la compraba a un mal policía que lo traía del VRAE (Valle del río Apurimac y Ene). La cocaína de alta pureza se combina con sus vómitos al caer suavemente por los aires. Ya afuera en la ambulancia, su camilla se cruza frente a Matías y Paloma quienes se fuman la marihuana que habían sembraron en su departamento gracias a unas semillas que trajeron de su último viaje a Holanda.

– Todo saldrá bien, broder.

Le dice Matías a Enrique mientras Paloma mira anonadada todo lo que sucede. La ambulancia llega a la Clínica El Golf y llaman a los enfermeros de emergencia a gritos. Todos ellos salen al encuentro del grave paciente, menos Juan Carlos, quien estaba haciendo el amor en una camilla con Erika, su ex enamorada.

Administrador de contenidos de Grupo Periodismo en Línea

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