Aunque cientos de niños salgan a las calles a pedir dulces en la llamada Noche de Brujas, un buen número de peruanos -¡qué duda cabe!– celebra este 31 de octubre  el Día de la Canción Criolla, fecha instituida por una resolución suprema publicada en este diario el 18 de octubre de 1944, durante el gobierno de Manuel Prado.

Aunque cientos de niños salgan a las calles a pedir dulces en la llamada Noche de Brujas, un buen número de peruanos -¡qué duda cabe!– celebra este 31 de octubre  el Día de la Canción Criolla, fecha instituida por una resolución suprema publicada en este diario el 18 de octubre de 1944, durante el gobierno de Manuel Prado.

La afirmación y la fecha (hoy 31 de octubre) nos llevan a recordar la última encuesta realizada sobre el tema por la Universidad de Lima, en la que se confirma, una vez más, que solo en Lima el 58 por ciento de los limeños prefiere celebrar el Día de la Canción Criolla antes que el Día de las Brujas o Halloween, que apenas logra sumar un 12,1 por ciento.
 
A la pregunta, ¿le gusta la música criolla?, el 88,8 por cientode los encuestados (blancos, mestizos, morenos, cholos,…) respondió afirmativamente. Y es que aunque los adolescentes se llenen la boca al hablar de las “canciones modernas” (salsa, rock, merengue, hip hop, reggaeton, cumbia…), no son ajenos a nuestra guitarra y cajón.
 
Claro está, no estamos hablando necesariamente de la música con el repiquetear de castañuelas que escuchaban nuestras abuelitas, sino lo que ellos llaman la “nueva música peruana”, ¡pero música criolla al fin! Veamos una prueba.
 
Un poco de historia
 
Elena Marina, una madre de un barrio popular al sur de Lima, nos cuenta que un día escuchaba una canción de Los Embajadores Criollos y se percató de que su hija Catherine Helen, de 6 años de edad, cantaba con mucha emoción algunas frases. ¿Dónde pudo aprender la letra de esa canción?, fue la pregunta que vino a su mente. La respuesta fue “el chofer de la movilidad (que la traslada del colegio a su casa) pone siempre esas canciones”. Escuchó y le gustó.
 
La anécdota de alguna manera nos muestra que la música criolla la llevamos en la sangre y que por eso mismo no podemos ser indiferente al gracejo, ingenio y picardía tan especial de nuestros valses, marineras, tonderos, festejos y landós, entre otros géneros.
 
Algo adicional, la sentimos –con copas demás o sin ellas– más cuando la entonamos lejos de nuestras fronteras, y muchos jóvenes la gozan en reuniones sociales y peñas que hay en nuestra cada vez más grande ciudad capital.
 
Un primer programa festivo se preparó con doce días de anticipación. Fue en el histórico balcón ubicado en las calles Acequia de Islas y Naranjos (jirones Huánuco y Miró Quesada), que pertenecía al Centro Musical Carlos A. Saco.
 
La Limeñita y Ascoy abrieron musicalmente el acto con el jaranero vals peruano “La Palizada”, de Alejandro Ayarza, ante una multitud que celebraba por primera vez el Día de la Canción Criolla.
 
Una semana después, en una noche de gala en el Teatro Municipal, ante la asistencia del presidente Prado, la “Reina y Señora de la Canción Criolla”, María de Jesús Vásquez, se consagró entonando el vals “El plebeyo”, del maestro Felipe Pinglo Alva. Desde entonces, es una fecha de recordación y celebración.
 
Cuentan que la historia de la canción peruana se inicia con sus primeros cultores o representantes mucho antes de la década de 1920, período de la llamada Guardia Vieja. Esta música era producida e interpretada por las clases populares de la ciudad de Lima y estaba constituida por el vals y la polca. Tenía influencias del vals vienés, la jota española y la mazurca polaca.
 
Cuando se difunde el vals y la polca en los medios de comunicación, la Guardia Vieja había creado ya su estilo característico. En las jaranas de “rompe y raja” no podían faltar el trinar de las guitarras, las castañuelas y el ruidoso cajón. (peru.com)

Administrador de contenidos de Grupo Periodismo en Línea

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