Hoy se lo comenté a unos de mis mejores amigos y – como era de esperarse – no entendió porque tanta tristeza. Porqué tanto dolor. Porqué chucha, tanto drama. Es que tendrías que estar en mi pellejo para saber lo que se siente, le dije.

 

Hoy se lo comenté a unos de mis mejores amigos y – como era de esperarse – no entendió porque tanta tristeza. Porqué tanto dolor. Porqué chucha, tanto drama. Es que tendrías que estar en mi pellejo para saber lo que se siente, le dije.

 

Era mi amiga. Mi aliada. Mi cómplice. La que mil veces causaba mi sonrisa. La que me acompañó en terribles aventuras. La que me esperaba en casa después de jornadas buenas y no tan buenas. La que siempre tuvo las mas acertadas y disparatadas “ideas”. Con quien reí mucho y lloré mas todavía… pero ya no está. Ha muerto, lo digo y me destruye decirlo. Me odio por tener que aceptarlo. Nuestras noches acaloradas terminaron. Nuestras tardes de placer no volverán. Los días juntos no regresarán. Generosa y rebelde compañera, te voy a extrañar.

Quisiera saber que extraño virus anidó en tu corazón y te hizo fallecer. Ya no eres la misma de antes. Te veo y me cuesta entenderlo. Ya no eres de quien me enamoré perdidamente un día. No eres la misma, no volverás a serlo. Muero de ganas por abrazarte fuerte y conseguir revivirte. Hacer que vuelvas a brillar. A ser como antes. Pero no se puede. Ya entendí (por la fuerza de la razón y no del corazón) que haga lo que haga, ya fue.

Esta mañana – cerveza en mano – este ex reportero se sienta escribir motivado únicamente por dos cosas. La primera: si no entrego un artículo pronto, Toño Manco (el administrador) me va empezar a joder. La segunda: que es la primera vez, que quiero ser completamente sincero en una nota que publique.

Como diría Beto Ortiz, he sido entrenado científicamente para rechazar un no como respuesta. Debe ser por eso que anoche sufrí tanto para finalmente atracar que nos alejaremos para siempre. Que jamás sentiste lo mismo que yo. Que mis manos, al acariciarte no lograron estremecerte lo suficiente. Que, como dicen todos, eres una fría maquina que ya usé y ahora debo desechar.

Ahora que ningún sentimiento humano parece tener sentido, solo quiero que sepas que donde quiera que termines siempre te recordaré. Que, sepas también, que no me interesa cuántas manos pasaron o pasarán por ti. Que siempre te ame, te amo y te amaré. Que pese a que me fallaste muchas veces, aún sigo pensando que eres la mejor. Que, aunque estoy convencido que vendrá una con más y mejores cualidades, yo seguiré echándote de menos.

Se supone que (sin tu apoyo) éste debería ser el último artículo que escriba en mi rincón del ciber espacio, pero no; sacaré fuerza de dónde no tengo para seguir. Para continuar sin tu compañía. Lo siento, mi princesa. Este príncipe con sobrepeso pisa el acelerador y sigue la ruta.  Te pido perdón porque para cuando esto se publique ya estaré buscando tu reemplazo. Al fin y al cabo eras una lap top como cualquier otra.  


11: 23 a.m
22 febrero 2009
(Amor, amor. Gaytán Castro)

Administrador de contenidos de Grupo Periodismo en Línea

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.