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Hoy vuelvo a escribir. Desde hace algún tiempo había decidido dejar de escribir por cuestiones meramente personales, pero hace algunos días me dije ¿Por qué no?, me gusta escribir y más allá de eso, me gusta comunicar algo, siempre.

Delia Velásquez
Un buen amigo me hizo ver que no escribía tan mal y que hasta daba buenos consejos (Cosa graciosa porque muchos de los consejos que doy no los aplico en el momento necesario), pero bueno, creo que todos hemos pasado por algo similar.

No quiero dármela de nada con lo que escriba en este espacio, es decir, todo lo que escriba en esta columna tiene que ver con mis experiencias personales y las lecciones que aprendí, con lo bueno, con lo malo, con mis aciertos y mis desaciertos, con mis errores garrafales y los errores de los que compartieron una etapa de vida, mis parejas, mis amigos, mi familia y todos los que de alguna u otra forma, fueron y son parte de mi vida.

Hoy quiero empezar escribiéndole a “ella”, esa ella que se ha convertido en una de las personas más especiales de mi vida; y que por ende, no quiero, no deseo, no me da la gana que se equivoque una vez más. Que no se equivoque como yo, que no cometa los mismos errores que yo y que no llore como lo hice yo.

La mayoría de las mujeres cuando creemos haber encontrado a ese alguien especial en nuestras vidas, nos asustamos. No sabemos cómo reaccionar ante esa persona que nos empieza a gustar de sobremanera, no sabemos qué lado de nuestro mundo mostrar y muchas veces caemos en el error de fabricar un alter ego, alguien ajeno que se apodera de nuestro ser y no nos deja ser libres. A partir de ahí se abre una brecha y se separan dos grupos de mujeres. Las que callan antes de hablar y ceden antes que poner sus propios límites y las que se vuelven inseguras, obsesivas, posesivas a tal punto de no vivir, ni dejar vivir en paz.

Yo he sido de las mujeres del primer grupo, de esas que callan y ceden a tal grado de no saber cómo reaccionar, ni que decir en el momento oportuno. Debo admitirlo, si me comporté de esa forma fue por temor. Primero, tenía miedo de perder a esa persona, porque para mí representaba mucho aunque, y esto es lo más gracioso, nunca se lo dije; segundo, no quería mostrar mi verdadero yo, tenía miedo de mostrarme tal y como soy, y no porque sea una mala persona, sólo que hay rasgos depresivos en mi personalidad que ni yo misma los aguanto, y que por lo mismo, tengo que lidiar día a día con fantasmas del pasado que aún no me sueltan; y tercero porque me empeñé en fabricar una mentira a sabiendas de la verdad.

Me equivoqué mucho, muchísimo y lo reconozco abiertamente. Debí ser la “Deli” que soy y no ser la “Deli” que se volvió sumisa de un momento a otro. Los que me conocen saben que tengo el carácter fuerte, que soy líder, que soy de las mujeres que toma la iniciativa, que soy de esas personas que pregunta al punto de llevar a cualquiera a la desesperación y la que siempre propone algo antes que cualquiera se adelante. Pero por alguna extraña razón, dejé de serlo cuando tuve miedo de perder o más bien de perderlo.

Tenía miedo hasta de hablar de mis proyectos personales, ¿por qué? no lo sé… Es más, esa persona no sabe aún que estoy estudiando Comunicación Audiovisual y no Publicidad, lo saben todos, menos él. No sabe que me iré a Argentina a estudiar cine y que esto lo tenía planeado desde el año pasado, no sabe que tengo un proyecto profesional que ya está en marcha desde hace 6 meses y que ya tengo los contactos que me hacen posible llevarlo a cabo. Y en el plano personal, no sabe que cuando él me contaba la historia de una película yo ya la sabía, pero que me gustaba admirarlo cuando me las contaba con emoción; no sabe que nunca alcancé un orgasmo con él, pero que me gustaba complacerlo al punto de llevarlo a locura; no sabe que alterné su cariño con otros cariños, porque nunca me sentí segura con a su lado, incluso en la etapa final; y sobre todo, no sabe que es el segundo hombre que más he querido en mi vida y el único que logró después de 5 años arrancar de mi corazón el amor que sentía por aquel hombre del cual por alguna extraña razón aún no logro desconectarme del todo, pese a no amarlo.

Y así oculté muchas cosas más a su lado, pero ahora pienso que por algo pasan las cosas. Si no hablé en el momento, fue por algo, debo admitir que mi sexto sentido siempre se mantuvo alerta y si bien nunca manifesté mi temor, podía sentir todo. Recuerdo que un día antes que todo acabara, sabía que iba acabar pero me resistí, no quise aceptarlo y me obligué a escuchar un “no te amo”, para reaccionar. Gracias por ese “no te amo”, me liberaste, me desenredaste y me dejaste ser la mujer que soy ahora. Una mujer feliz. (Los muchos estoy bien se debían a esto, y porque en realidad ahora si estoy bien).

Me atrevo a revelar este lado de mi vida por una razón, por “ella”. Esa ella a la que quiero y que no quiero que se deje vencer por ese yo que teme perder antes que arriesgar. Que teme ser esa ella que podría beneficiarla, que podría darle nuevos bríos en su vida, que podría ser el punto de quiebre entre la mujer que fue y la que puede llegar a ser. Amiga, no dejes que el miedo te gane, no esperes a que él tome la iniciativa, no dejes que la adolescente que algún día fuiste se apodere de ti y no te deje ver las cosas con mirada de mujer. Se tú, se esa ella que ni tú misma te atreves a conocer, la que está madurando dentro de ti y con la que puedes vivir intensamente, reírte y hacer travesuras como las hago yo y de las que nos hemos reído al salir de una discoteca abrazadas y felices por saber que somos las que tenemos el poder de decidir que nos conviene y que no.

Administrador de contenidos de Grupo Periodismo en Línea

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