Carta del señor Luis Iparraguirre

Carta del señor Luis IparraguirreLuis Iparraguirre (hijo) visitó hoy a su padre don Luis en el penal San Jorge  y trajo consigo las cartas de respuesta al post que la semana pasada publicó bajo el título de "Hola Papá". Expresamos nuestra solidaridad con el colega y columnista pues entendemos lo difícil que es sufrir las consecuencias de la detención de un familiar, que según él relata es injusta e innecesaria. Aunque no conocemos el caso a profundidad; nuestro amigo "Ipa" -como lo llamamos en ocasiones- considera que una manera imparcial de comprobar que aquí hay una injusticia es colgando en esta web y en su blog,  la sentencia que ordenó la detención de su padre por el caso de las firmas falsas de la agrupación Vamos Vecino.

No entendemos como a alguien -como al señor Iparraguirre- se le envía de frente a una prisión, cuando durante largos años permaneció en el país y siguió trabajando. Si alguna responsabilidad tendría, ya habría fugado como lo hicieron los grandes peces gordos de la mafia de Vladimiro Montesinos.   Aquí la nueva columna de Ipa (hijo).

Carta del señor Luis IparraguirreLuis Iparraguirre (hijo) visitó hoy a su padre don Luis en el penal San Jorge  y trajo consigo las cartas de respuesta al post que la semana pasada publicó bajo el título de "Hola Papá". Expresamos nuestra solidaridad con el colega y columnista pues entendemos lo difícil que es sufrir las consecuencias de la detención de un familiar, que según él relata es injusta e innecesaria. Aunque no conocemos el caso a profundidad; nuestro amigo "Ipa" -como lo llamamos en ocasiones- considera que una manera imparcial de comprobar que aquí hay una injusticia es colgando en esta web y en su blog,  la sentencia que ordenó la detención de su padre por el caso de las firmas falsas de la agrupación Vamos Vecino.

No entendemos como a alguien -como al señor Iparraguirre- se le envía de frente a una prisión, cuando durante largos años permaneció en el país y siguió trabajando. Si alguna responsabilidad tendría, ya habría fugado como lo hicieron los grandes peces gordos de la mafia de Vladimiro Montesinos.   Aquí la nueva columna de Ipa (hijo).

Con la frente en alto

Y ahora llega la explicación. Estaba haciéndole fotos al ministro Rafael Rey en su despacho, cuando Rosa Matías, amiga redactora del diario Ojo, me llama al celular y, con la voz temblorosa, me informa que condenaron a mi padre a cinco años de cárcel. Las exclamaciones y preguntas clásicas llegaron de inmediato, ¡qué!, ¡por qué! Llamé al jefe de mi sección. Le narré lo ocurrido y me fui a mi casa de inmediato. En el camino me llama mi madre llorando, confirmando la noticia que destruyó mi estabilidad esa tarde de jueves.


Vamos Vecino, es un partido político que, según la fiscalía, logró su inscripción con firmas falsas. Mi padre, antiguo enamorado de la política peruana, perteneció a esta agrupación adiestrando a muchos personeros y haciendo las veces de ‘personero alterno’ (cargo que no figura en ningún registro de la agrupación, solo en un documento que se entregó a la ONPE por la entrega de un disquete). Nadie niega eso. Nadie. Cada persona que vive en un país democrático tiene todo el derecho de participar en cualquier partido político. Como lo hizo él. Hasta allí, la participación de mi padre no tendría ningún problema. Así lo pensó él. Así lo pensamos todos.

Sin embargo, cuando llegó el comunicado de parte del juzgado informando que él estaba comprometido dentro de las investigaciones por el caso de firmas falsas, nos alarmamos. Pero, estúpidamente, pensamos lo que expliqué en el párrafo anterior. El tema es que estaban acusándolo de ser cómplice primario de ese delito. Dedujimos que el que acusa, pues debe de probar. Y como mi padre nunca ha cometido ningún acto delictivo, pues dejamos que las cosas caigan por su propio peso, dentro de las investigaciones, ya que, inclusive, dentro del supuesto negado que efectivamente Vamos Vecino se inscribiera con firmas falsas (cosa que el partido niega reiteradamente) mi padre no tiene nada que ver en ese tema.

Así que pasaron casi dos años de juicio. Tiempo en el que mi papá iba al tribunal tranquilo, sin temores, sin dudas. Fue tanta la displicencia nuestra que nunca le preguntamos cómo iba su juicio, ya que pensábamos que no era necesario. La preocupación llegó a finales de noviembre, cuando la fiscalía había pedido cárcel efectiva a todos los implicados, y a mi padre, seis años. ¡Increíble! ¡De miedo! Fue en ese momento, que recién nos dimos cuenta de la injusticia.

Luego de la sentencia, reviso la misma, para buscar algo que quizá se me haya ocultado. Me arrepiento, de haber dudado. Me avergüenza pensar, que en algún momento supuse que mi padre había cometido algún delito que no nos había contado. Y leí, como dije, la sentencia. Revisé la defensa de mi padre, y revisé las acusaciones de la fiscalía junto con la declaración de los jueces. Y cuando terminé de leer, pues me puse a llorar de la indignación.

No hay nada. Nunca hubo nada. La fiscalía acusa a mi papá de pertenecer a Vamos Vecino como personero alterno (cargo que efectivamente fungió, pero nunca fue reconocido con alguna inscripción o carné, y así fuera cierto, no habría ningún delito ser personero alterno dentro de un marco democrático). En un país libre, cualquier persona puede pertenecer a cualquier partido político y dedicarse a ello. Nadie, en ningún momento, señala a mi papá como participe del supuesto delito de falsificación de firmas. Nadie. Se le condena por formar parte de la organización: que presentó a tal persona, que adiestró a tal personero… y esos actos no son ilícitos. Repito, inclusive en el supuesto negado que hubiese delito, mi padre tampoco tiene nada que ver.

Entonces, si no tiene nada que ver ¿Por qué está preso? Yo mismo respondo, por ser éste, un juicio político. No hay justicia en un juicio político. No hay razón que valga en un juicio político. Solo hay odio, venganza, y maltrato.

Explicar o narrar lo que vivimos en casa estos días, pues sería obvio. No lo haré. Los abogados, no se explican cómo pudo suceder todo esto. Una arbitrariedad, dicen. Una pendejada, comentan. Una mierda todo, digo yo. Pueden leer las partes que les narro en la sentencia que estoy adjuntando (las defensas de mi padre están en las páginas 18 y 45 y la indignante opinión de la fiscalía está en la página 89, la indignante resolución de los jueces en la página 189 númeral C, y la dolorosa condena en la página 199). Den su opinión. Siempre es bueno saber la opinión de los demás. Tengo la opinión de varios abogados, y todos coinciden conmigo. Yo, no soy abogado, muchos de ustedes tampoco, pero tenemos sentido común para entender la justicia y la injusticia.

Hago un pedido al poder judicial de mi país, para que resuelva este grave error que con mi padre está cometiendo. Puedo acusar. Puedo decir que el APRA o el presidente están metidos en todo esto. Pero no lo haré. Creo que es así. Sin embargo, no tengo pruebas. La política nunca será mi fuerte. Y es que le tengo asco. A mi padre, desde las marchas que encabezaba de la CITE allá por los 80’s, le encanta. Siempre soñó hacer algo con sus ideas, hacer algo con sus ideales. Nunca pensó, claro está, estar entre rejas como lo está ahora.

Agradezco, profundamente, las llamadas telefónicas, los mensajes en el mail, las charlas interminables de aliento en el Messenger… pero lo que más agradezco, son los numerosos comentarios que he recibido en el post anterior. Imprimí todos, y se los llevé a mi padre. Él ha leído todos los comentarios que han dejado. Y está muy emocionado. Tanto así que me mandó, ahora que lo vi, una carta para todos ustedes que pueden verla en la foto que acompaña el post, junto con mi brazo lleno de los sellos característicos de una prisión. Este post, con sus comentarios, también los imprimiré. Recuerden que el aliento es muy bienvenido en estos casos. Recuerden, que se dirigen a mi padre, no a mí, quien mal que mal, allí estoy.

Nuevamente, digo, es una injusticia. Por ende, ningún miembro de mi familia, ha ocultado lo sucedido. Nadie ha bajado la cabeza. Nadie. Todos estamos orgullosos del hombre de la casa. Del padre de sus dos hijos. Del cariñoso abuelo de su único nieto. Del amoroso esposo de mi madre. Y eso ningún juzgado miope lo impedirá. La moda es ser antifujimorista, como lo fue en los noventa con el APRA. Por eso, la persecución es clara y obscena. Ojo, yo no saco cara por nadie. Yo no defiendo a nadie. Yo no soy de ningún partido político. Yo defiendo la inocencia de mi papá. Si alguien ha cometido delito y se le demuestra, pues esa persona debe pagar su deuda con la sociedad encerrado, más no las personas que solo han hecho uso de un derecho tan elemental, como formar parte de un partido político. Soy hincha de Alianza Lima, ¿alguien me meterá preso por eso? Así de ridículo. Así de absurdo.

Ver a mi madre entrar en silla de ruedas al penal, ver los sellos que le ponen a mi hijo de solo tres años en el brazo como si fuera un delincuente, o ver a mi anciana abuela buscando un tapercito con comida para su hijo, son escenas muy dolorosas. Mi madre, pierde las ganas de vivir cuando al amanecer no está a su lado el hombre que la ha acompañado por más de treinta años. Y sí pues, si querían joder, pues ya jodieron suficiente. Sin embargo, aquí hay esperanza. Aquí sigue existiendo ilusión y optimismo en que la justicia llegará. Aquí hay un brazo extendido. El celular sigue encendido. La vida continúa. Mi hijo sigue sonriendo. Yo sigo trabajando como siempre. Mi blog continuará con miles de historias. La lucha continúa. La justicia llegará. Si quieres ver lágrimas, tristezas y derrotas, pues cambia de canal. Aquí seguimos, para adelante.

Administrador de contenidos de Grupo Periodismo en Línea

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