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tasayconuevoDebía salir a tomar unos tragos ese viernes después de trabajar, sin embargo a las once de la noche mis jefes muy sonrientes me avisaron que debía volar a Arica.  A las tres y cincuenta me esperaba un avión con destino a Tacna y sin mayor descanso directo a la frontera, hasta el aeropuerto de Chacalluta. El motivo: la policía chilena entregaría al bendito holandés acusado de homicidio a quien, por estos días, veo hasta en la sopa.

tasayconuevoDebía salir a tomar unos tragos ese viernes después de trabajar, sin embargo a las once de la noche mis jefes muy sonrientes me avisaron que debía volar a Arica.  A las tres y cincuenta me esperaba un avión con destino a Tacna y sin mayor descanso directo a la frontera, hasta el aeropuerto de Chacalluta. El motivo: la policía chilena entregaría al bendito holandés acusado de homicidio a quien, por estos días, veo hasta en la sopa.

Por Ysmal Tasayco
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Joran Van Der Sloot me jodió la cita ese fin de semana, pero como la niña que me quita el sueño es comprensiva solamente me pidió que la llamara del aeropuerto. En el Jorge Chávez antes de treparme en el vuelo de Lan saqué una chinita y la llamé de un teléfono público. Nunca contestó. En su fiesta había mucha bulla.

Gonzalo, el camarógrafo con el que viajé se limitó a consolarme diciéndome que así son las mujeres que uno no puede confiar en ellas. No importa, pensé e intenté – sin éxito – dormir un poco. A  mi lado, muy linda ella, había una chica de unos aproximadamente 25 añitos. Quise hablarle para hacer más divertido el viaje, pero llevaba audífonos y el volumen al máximo así que ni eso funcionó.

Gordo, ojeroso, cansado pero con ilusiones hice mi chamba. La entrega se dio. Grabamos, entrevistamos e hicimos el envío vía satélite. Al regresar a Lima, lo único apetecible era mi cama. Un mensaje de voz de la susodicha me pedía disculpas por no contestar aquel viernes.

Los días pasan y la cólera me dura poco. Un beso tierno en el cachete y una gran sonrisa lograron casi mágicamente que olvidara que se había ido de parranda mientras este humilde reportero volaba hacía la ciudad heroica. Este viernes la hacemos. Solos tú y yo. Como sales de trabajar a la medianoche el lugar lo pongo yo, me dijo. Gustoso, acepté.

Debo confesar que esto de afanar y lanzar discursos cursis para que te atraquen se me ha olvidado. Estoy fuera de training. Pero ese viernes tenía que ser. Sospecho que ella, también espera que lo haga. Como no me gusta rebotar, empecé a enviarle mensajes de texto que ella muy coquetamente contestaba. Todo estaba listo. En horas aquella niña de ojos grandes sabría que me encanta. Que quiero una relación seria con ella. Que quiero tres hijitos, una casa grande y un perro.

Pero tenía que pasar otra vez. El jueves por la noche me dicen que en Andahuasi, un lugar cerca de Sayán, habría un desalojo. La eterna bronca de la azucarera. Los Wong, los Bustamante y los trabajadores. Otro viernes fuera de Lima y lejos de ella. Cómo le digo que – una vez más – no podré estar con ella. Chesu.

Sin dudas ni murmuraciones agarre mi eterna mochila rota y alojé mi humanidad en una de las camionetas del canal, mientras escucho al camarógrafo y al asistente mentarles la madre hasta el papa. Ellos tampoco querían viajar. No importa, Yo, pienso en ella. Otro día no tendré el valor de decirle lo que siento, lo que pienso, lo que quiero. Ojalá el próximo viernes no tenga que postergar por tercera vez mi cita… con el destino.
 

Administrador de contenidos de Grupo Periodismo en Línea

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