El diario español, el Correo Digital publica hoy viernes una extensa nota sobre el importante trabajo del sacerdote Pedro Barreto, quien ha iniciado una campaña contra la minería que incurre en excesos en La Oroya (Huancayo). El representante de la Iglesia no cuestiona la inversión,  como hacen algunas ONG's, sino realiza un trabajo pormenorizado y detallado lo que se complementa con labor de asistencia en favor de las familias afectadas, sobre todo por la contaminación de arsénico.

El diario español, el Correo Digital publica hoy viernes una extensa nota sobre el importante trabajo del sacerdote Pedro Barreto, quien ha iniciado una campaña contra la minería que incurre en excesos en La Oroya (Huancayo). El representante de la Iglesia no cuestiona la inversión,  como hacen algunas ONG's, sino realiza un trabajo pormenorizado y detallado lo que se complementa con labor de asistencia en favor de las familias afectadas, sobre todo por la contaminación de arsénico.

Cuando monseñor Pedro Barreto asumió hace tres años el cargo de arzobispo de Huancayo, en el corazón de los Andes peruanos, se encontró con una de las ciudades más contaminadas del mundo. A los cielos de La Oroya se emiten diariamente toneladas de arsénico, cadmio y mercurio. Ya no contiene vida el caudal del Mantaro, río que la atraviesa, aunque sus aguas, sin tratar, son empleadas por las plantaciones ribereñas.

La incidencia del cáncer es muy elevada en esta localidad de 35.000 habitantes y el 97% de los niños nacen lastrados por la polución. «La Organización Mundial de la Salud asegura que diez microogramos de plomo por decilitro de sangre supone un nivel preocupante. Allí vienen al mundo con diecinueve». Barreto se dedicó durante dos meses a observar y conocer las dimensiones del drama, hasta que un hecho le hizo reaccionar.

Doe Run Perú, la multinacional estadounidense que genera esa polución, no había cumplido sus compromisos de rebajar las emisiones acordados con el Estado, anterior propietario. Para forzar una moratoria, presionó a los trabajadores demandando su apoyo bajo la amenaza de cierre. Los obreros cortaron las carreteras. «Hubo quien tuvo que caminar doce horas a 4.000 metros de altura. Dos personas murieron de infarto».

Sobornos y amenazas

El sacerdote publicó una carta llamando al diálogo e impulsó una mesa alrededor de la cual se sientan todos los agentes sociales. «Hasta entonces, la firma hablaba de responsabilidad social y ofrecía a los pueblos la construcción de un colegio, pero no erradicaba las causas del problema. Simplemente, compraba la dignidad y la conciencia de los vecinos perjudicados».

Lo más triste para el arzobispo era la actitud de la Administración. «De permisividad, de connivencia con empresas inmorales, que en Perú hacen lo que no se atreven en sus países de origen», apunta, y lamenta que para ese Gobierno, como para los anteriores, lo importante era la inversión económica y el mantenimiento de estándares medioambientales «tan bajos, que no protegen la vida». Del soborno se pasó a la amenaza. «Comencé a recibir llamadas de teléfono dándome el pésame por mi propia muerte», recuerda. Sintió miedo, pero ya no lo padece.

Barreto sabe que el riesgo persiste. «Los más heroicos son los habitantes de La Oroya, que se exponen día a día a ese aire y reconocen que prefieren enfermar antes que perder su trabajo», sostiene. El arzobispo ha visitado Bilbao para recabar experiencias sobre regeneración y dar a conocer el proyecto de recuperación de la cuenca del Mantaro, iniciativa que cuenta con la colaboración de la Fundación Ayuda Más. Su objetivo es diseñar un plan marco que establezca compromisos y acciones a seguir. «La sociedad civil ya ha avanzado en la asunción de su responsabilidad sobre el medio ambiente». Confía en que los pasos favorezcan la irreversibilidad de los cambios. «Para que se hagan una idea, estamos como ustedes hace treinta años».

El acuerdo italoperuano que cambia deuda por ayuda al desarrollo ha proporcionado medios para adquirir los equipos que monitorizan la calidad del aire, el agua y la tierra, y campañas que mejoran la alimentación de los niños enfermos. «Hace dos semanas asaltaron la parroquia en la que se encuentran las listas de beneficiados, y sus padres ya han sido coaccionados». Barreto asume que los cambios molestan. «Pero han de recapacitar y darse cuenta de que el chantaje no es el camino».

Administrador de contenidos de Grupo Periodismo en Línea

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