Este es el relato de una mujer de armas tomar, contado al pie de la letra, a este columnista la mañana del 1 de enero del 2009. Una historia de esas que vale la pena rescatar.

Este es el relato de una mujer de armas tomar, contado al pie de la letra, a este columnista la mañana del 1 de enero del 2009. Una historia de esas que vale la pena rescatar.

A esta señorita la llamaremos Sandra, pues es otro su verdadero nombre. Solo como un dato, se trata de una reconocida periodista  de un diario local, muy amiga mía, que autorizó la publicación de su historia en vísperas del 2009.

Los males de esta agraciada jovencita empezaron el 31 de diciembre del 2008 cuando -por las radios- supo que la popular periodista de espectáculos Magaly Medina saldría en libertad.

"Fueron 76 días de prisión de la ‘urraca’  y nos pidieron un amplio despliegue periodístico, esto sin descartar una entrevista…Eso me tomó mucho tiempo, más aún porque algunas ‘estrellitas’ del periódico pidieron permiso y no trabajaron, mientras yo estaba sola con un practicante que en nada me ayudaba", me contó Sandra todavía molesta.

Ese día, mi amiga ni almorzó, ni siquiera tenía tiempo para ir al baño, pues a cada momento la presionaban para que entregara alguna de las seis páginas de su sección por adelantado.

Ese día, la jornada laboral de Sandra terminó al promediar las diez de la noche, con gritos de sus jefes y hasta amenazas de llamados de atención por escrito. Desesperada y al borde del colapso, lo primero que hizo fue ir al cajero automático, ya que no tenía ni un centavo para el taxi.

Para su mala suerte,  la mayoría de estos aparatos no contaba con soles y los otros estaban malogrados. En el bolsillo solo tenía cinco soles, pero debía viajar del Centro de Lima a Chorrillos. Si no tomaba un taxi no llegaría al encuentro con su amado novio Andrés, un cadete de La Marina a quien no veía hace casi un mes.

"Estaba con la mirada perdida, veía los colectivos (autos que llevan a no menos de cinco personas), pero de pronto, recordé la voz de Andrés que me decía no tomes esos autitos, porque sino te roban, te violan…Caminé y caminé sin rumbo, pensaba llamarlo, pero seguro me sacaría en cara la demora y seguro soltaría el clásico rollo del por qué estudiaste esa carrera de periodismo", repetía Sandra con el rostro afligido.

Al final, trepó al enorme bus de la línea 73 y se las jugó. Eran las 10 y 10 minutos y fue una hora de camino, pasando por el tráfico traicionero de la avenida Arequipa y Huaylas, pero casi al llegar a su destino el novio la llamaba para avisarle que ya la esperaba.

Sandra entró en pánico y recordó de nuevo las pataletas de su perfeccionista e incomprensivo novio, mientras apuraba el paso a su casa. Aún en camino, el pesado de Andrés le seguía ‘reventando’ el teléfono, pero la agraciada Sandra no contestaba y se cogía la frente, ensayando alguna excusa.

Mientras abría la puerta de casa, se percató que la luz de la sala estaba apagada y de pronto escuchó la voz de su madre. "El pobre chico te ha esperado media hora, estaba molesto así que llámalo", le dijo doña Sonia.

La primera reacción de Sandra fue coger el celular y llamarlo, pero luego, al ver la hora se sacudió por segunda vez. Eran las 11 y 20 de la noche y decidió correr a la ducha. Casi no tuvo tiempo de maquillarse y con las justas se secó el cuerpo para luego ponerse el apretado pantalón de licra con aspecto de "blue jean" que resaltaban sus pronunciadas caderas y que de seguro tranquilizarían en algo la espera de su apesadumbrado marino.

Sandra salió al vuelo y le pidió 50 soles a su madre, mientras le comentaba su desgracia con los cajeros. Al final, doña Sonia aceptó, pero con la condición de que el 1 de enero ponga de la suya para un apetitoso almuerzo.

"Salí al vuelo y lo llamé al celular. Sonaba y sonaba, pero no contestaba…al tercer intento respondió y me dijo: casi gritando que nunca más lo llamara y que saldría de su casa con sus amigos a Barranco..Pero insistí porque no permitiría que el año nuevo lo pase sin mí y menos que me deje vestida y alborotada", me contó Sandra casi con el rostro desencajado.

Pasaron los minutos y casi a las 11 y 30 de la noche Sandra tomó un taxi rumbo a casa de Andrés. El vehículo tomó la avenida Huaylas y bajó al circuito de playas para luego subir a Miraflores. El trayecto tomó 13 minutos hasta llegar a la puerta del condominio en el que vive su novio.

Desesperada y aún con el cabello mojado, tocó el intercomunicador, pero luego el vigilante la sorprendió cuando le comunicó que Andrés había salido hace cinco minutos. Sandra miró luego el reloj y entró en pánico, eran las 11 y 46 minutos y faltaban solo 15 para el Año Nuevo.

"Me sentí traicionada, sin fuerzas y al borde del colapso. Las lágrimas no me salían..más que pena, sentía odio, pero no sabía a quien odiar, a mis jefes por exigentes, a mis colegas que descansaron por ser ‘estrellitas’ del periódico o a Andrés por impaciente, así que caminé y caminé por la avenida Pardo…Ya no me interesaba el tiempo, ya no me interesaba nada…", me decía la afligida Sandra.

Mi querida amiga se detuvo muy cerca al parque de Miraflores, miró al cielo y observó callada los cada vez más intensos cohetones, fuegos artificiales y bombardas.

Un taxista que por allí pasaba, quien de seguro la miró con deseo, le gritó: "te llevo gratis". Luego, un efectivo de serenazgo se detuvo a su lado, montado en una bicicleta y con una radio a pilas que sintonizaba Radio Panamericana.  "A solo dos minutos del año comenzamos el conteo", se oía.

Sandra de nuevo miró al cielo y por fin pudo llorar; esta vez no lo hizo con amargura, esta vez sí le dolió en su desgastado corazón. Había sido víctima de un injusto abandono, por alguien que la decía amar y la había dejado sola la noche de Año Nuevo.

Mientras pensaba en su desgracia e incluso en buscar a un ex enamorado que le había enviado flores por su cumpleaños en noviembre junto a una tarjeta que decía: "todavía te recuerdo", el vibrador de su moderno celular la volvió a la realidad.

Sin ganas contestó, pero era Andrés. "¿Que haces caminando sola a estas horas por la calle?..¿Qué descuidado hombre podría dejar a una mujer tan linda como tú por la calle?", decía su novio marino con voz pausada y temblorosa.

 

Sandra giró la mirada buscando en 360 grados, esta vez ya no miró al cielo, y mientras Andrés seguía hablando por el celular, ella pudo observar en una esquina oscura y bajo un árbol, el viejo peugeot de su amado. Tiró el celular y corrió a abrazarlo antes de que se agotaran los últimos segundos del año 2008. Finalmente, alcanzó su objetivo, lo hizo cuando faltaba treinta segundos, pero ese abrazo duró más de un minuto después del 2009.

Al final, después de tan difícil momento, Sandra decidió perdonar. Dicen que cuando las mujeres aman son capaces de olvidar los malos momentos, más fácil que los hombres.  Creo que eso es verdad, a veces los hombres por nuestra propia incapacidad de expresar con intensidad nuestros sentimientos, podemos perder a uno o varios amores. Afortunadamente, este no es el caso de Sandra, mi amiga, quien hoy sigue al lado de Andrés.

PD: No me pidan identificarla porque no lo haré…Saludos cordiales.

 

Administrador de contenidos de Grupo Periodismo en Línea

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