deliacolumnagrande

Supe que lo amaba desde la primera vez que lo vi. Sentada en aquel escritorio de la redacción de un viejo diario limeño. Él era todo lo que había soñado, un chico noble, bueno e inteligente. No lo conocía, nunca había hablado con él, pero sabía que era todo lo que esperaba con sólo mirarlo. No era el más guapo, ni el más feo, era ese “él” que mi “yo” había esperado por mucho tiempo y con eso me bastaba. Siempre a la salida, se despedía de mí con un beso en la mejilla; un beso que me dejaba sin aliento, un beso que me hacía correr al baño y saltar de emoción, un beso que me hizo descubrir su perfume y su olor; pero a la vez, un beso que me envolvió en un sueño imposible de realizar.

Delia Velásquez

Supe que lo amaba desde ese primer beso que nos dimos en el taxi que me llevaba a casa. Fue un beso diferente. Hasta ese entonces, a mí no me gustaba besar, pero ese día me quedé entre sus brazos por un largo rato; luego nos miramos con asombro, sonreímos avergonzados, nos abrazamos fuertemente, y yo con los ojos cerrados supe que había encontrado en él al hombre ideal, pero también supe que no podría estar con él, quedarme con él, vivir y ser feliz con él.

Supe que lo amaba desde la primera vez que hicimos el amor en mi departamento. Fue una tarde especial. Hasta ese entonces, nunca había sentido lo que sentí con él. Aquel día me entregué sin reservas; pude sentir cada caricia, cada beso, cada instante de ese encuentro como un momento único, mágico y diferente. Luego y escuchando de su boca un “mi amor”, me levanté temblando de la cama y de mi viejo baúl saqué un disco, “mi disco”. Tenía que regalarle esa canción, “mi canción”, la que me había acompañado por años, la única fuente que podía revelar mis sentimientos, mi emoción y todo lo que esperaba del amor.

Supe que lo amaba cuando lo perdí un día como hoy. Una tarde triste, la más triste, cuando desconsolada supe que nunca más volvería a verlo, que nunca más volvería a besarlo, que nunca volvería a estar cerca de él. Nunca me había sentido tan infeliz, nunca había llorado tanto, nunca había sentido tanto dolor y nunca me había arrepentido tanto de haber amado sin decir te amo. Debí decirlo, tal vez ese te amo hubiese cambiado mi destino y hubiesen evitado las lágrimas que hoy recorren mis mejillas al escribir este texto.

2.
Supe que lo amaba cuando decidí abrirle mi corazón después de 2 años de relación. Hasta entonces, me había costado aceptar que lo quería. Había amado tanto antes que tenía miedo de volver a perder. Él era uno más de los muchos que había conocido, uno más que me buscaba por lo que veía por fuera, uno más de los que disfrazaba la verdad con mentiras. No era mi ideal de hombre, pero si alguien admirable pero sobretodo sensible. Un chico que vivía como muchos pero que sentía como pocos. Alguien a quien entendí porque se parecía mucho a mí emocionalmente y al que complací para aliviar su desilusión.

Supe que lo amaba, cuando lo besé después de una corta separación. Una noche como las muchas noches que había pasado a su lado. Un día especial, cuando sentí que no podía despegarme de sus labios y que podía quedarme abrazándolo eternamente. Un día en el que decidí apostar el todo por el todo y lo busqué, a pesar que ese algo dentro de mí, siempre me decía que nunca podría estar con él, quedarme con él, vivir y ser feliz con él.

Supe que lo amaba cuando el sexo dejó de ser solamente sexo para mí. Cuando dejé de lado lo que yo deseaba en la intimidad, para hacerle el amor y hacerlo sentir el hombre más importante de mi vida sin decírselo. Cuando me di cuenta que ese monstruo llamado pasión no se apagaba y que cada encuentro era cada vez más intenso y único. Pero sobretodo, supe que lo amaba, un día cuando me encontraba  recostada sobre su pecho y le pregunté a Dios si ese instante duraría para siempre.

Supe que lo amaba el día que me dejó. Una noche triste cuando él pensó en mí y dejó de ser la persona egoísta que había sido hasta entonces. Cuando me liberó de él y de la falsa ilusión que habíamos construido. Cuando lloré más porque sabía que era el final sin retorno y me desesperé. Cuando supe que no lo volvería a ver más, cuando me di cuenta que no podría abrazarlo más. Ya había llorado por amor, ya había sentido ese dolor, pero la única diferencia entre ese antes y este después, es que no me arrepiento de no haberle dicho te amo a pesar de haberlo amado.

Otros artículos:

He vuelto Delia Velásquez

Administrador de contenidos de Grupo Periodismo en Línea

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.